Una paz sin discriminación ni racismo en el Día Internacional de la mujer afrodescendiente
“Me niego rotundamente
a negar mi voz mi sangre y mi piel
y me niego rotundamente
a dejar de ser yo
a dejar de sentirme bien
cuando miro mi rostro en el espejo
con mi boca rotundamente grande
y mi nariz
rotundamente hermosa
y mis dientes
rotundamente blancos
y mi piel
valientemente negra…”,
Shirley Campbell, escritora y antropóloga afrocostarricense.
Este 25 de julio, Día Internacional de la mujer afrolatinoamericana, afrocaribeña y de la diáspora africana, el llamado es a la construcción de una paz para Colombia del que también hagan parte las mujeres negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras. Una paz sin discriminación, racismo ni opresión.
El 60 por ciento de la población en situación de desplazamiento del país es afrodescendiente, de ahí la importancia de una paz en la que exista igualdad de oportunidades y donde la discriminación y el racismo, las mayores violencias que viven las mujeres negras, se cambien por el reconocimiento de su autonomía y derechos.
“La paz pasa por el respeto de nuestra cosmogonía, tradiciones y nuestras tierras, que son una extensión de nuestro cuerpo, y deben ser la apuesta política de la paz”, expresó Adiela Dágua Aponzá, referente de las mujeres negras y afrodescendientes de la Dirección de Enfoque Diferencial, de la Secretaría Distrital de la Mujer de Bogotá.
Dágua lo llama una paz con resignificación para las mujeres negras que pasa además por la reivindicación de la población afrodescendiente en cargos de decisión e incidencia, más oportunidades de trabajo digno y educativas, la garantía de sus derechos sexuales y reproductivos que permitan la eliminación de la pobreza y cualquier rezago del sistema colonial y de sus estructuras de dominación, que impiden que gocen de vidas dignas y sin violencias.
Las mujeres afrocolombianas, agregó Dágua, han resistido estas violencias y exclusiones a través de su espiritualidad, cultura, de su estética, del respeto y de la conservación de sus tradiciones, aportándole a Bogotá otras perspectivas. Unas características que al potencializarse, permiten avanzar hacia sociedades más equitativas.
Cada 25 de julio, luego del Primer Encuentro de Mujeres Afrodescendientes que se adelantó en República Dominicana, en 1992 y tras el cual se definió como el Día Internacional de la mujer afrodescendiente, resulta importante generar consciencia acerca de la opresión de género, raza y etnia que experimentan millones de mujeres en el mundo y de los derechos que deben seguirse garantizando para mujeres afrocolombianas, negras, raizales y palenqueras, en el caso colombiano.
“La población afrodescendiente y el país requiere una paz con conciencia social y humana que aporte a que sigamos tocando nuestros tambores y que respete los muertos que nos dejó esta guerra”, concluyó Dágua.
Hoy destacamos las banderas de las luchas de las mujeres negras y sus organizaciones contra el racismo, el sexismo, el clasismo y el patriarcado, las mismas estructuras de dominación que mantienen estereotipos e imaginarios negativos hacia ellas que impiden el desarrollo de sus capacidades y de una vida en paz.
*Con información de Ecured